Tradición

Ya en el Codex Calixtinus o Liber Sancti Iacobi, manuscrito del siglo XII, se define a Galicia como «una tierra frondosa, con ríos, prados, de extraordinarios vergeles, buenos frutos y clarísimas fuentes; pero escasa en ciudades, villas y tierras de labor. Es escasa en pan, trigo y vino, pero abundante en pan de centeno y sidra, bien abastecida en ganados y caballerías, en leche y miel, y en pescados de mar grandes y pequeños».

Nuestros ancestros les ofrecieron a las abejas el cobijo de sus colmenas a partir de la vegetación (alcornoque, pino, castaño…) de cada rincón del país, de ahí derivaron nuestros cortizos, covos, trobos y abelleiras, distintos términos de las colmenas tradicionales de Galicia, con sus variedades redondas, de troncos huecos o de tablas de madera, o las singulares colmenas orensanas con techos de paja de centeno, conocidos como «colmos».

En la búsqueda de su amparo y protección, dependiendo del tipo de roca de cada territorio, los ingeniosos canteros fueron trabajando en los cercados de los asentamientos apícolas y con la piedra y su destreza levantaron lo que hoy conocemos como las alvarizas, abellarizas, alvares o cortíns. Se trata de construcciones apícolas tradicionales de Galicia, realizadas en mampostería de granito o losa, con una técnica conocida como «piedra seca», que fue declarada ‘patrimonio inmaterial de la humanidad’ por la UNESCO en el año 2018. Estos colmenares o abejeras tradicionales, de los que contamos con un censo de aproximadamente un millar, esparcidos básicamente del este al oeste de nuestra geografía, tienen la finalidad de defender las colmenas de los osos o impedir el paso del ganado, así como ampararlas del mal tiempo, o incluso sencillamente delimitar el recinto.

En nuestra variada geografía tenemos diferentes tipos de alvarizas (apiarios tradicionales), que podemos clasificar en colmenares defensivos altos, colmenares cercados delimitadores del acceso y colmenares protectores de las inclemencias meteorológicas. De esta forma, los colmenares de diseño defensivo están presentes en toda la franja montañosa oriental y central de Galicia, para proteger las colmenas de los osos pardos. Los encontramos en Os Ancares, O Courel, en la media montaña de Quiroga, en la Ribeira Sacra y en algún punto de la provincia orensana, como en las comarcas de Viana y Valdeorras, o la sierra de O Xurés, llegando incluso al interior de Pontevedra, como en la sierra de O Candán. Por su parte, los colmenares cercados presentes en el sur de Galicia presentan otra apicultura original y cumplen esencialmente una función protectora del acceso al recinto, de las personas y del ganado del monte, así como de la fauna silvestre, y por ello no precisan de una gran altura y cuentan con cerramientos de menores dimensiones.

Las formas de estas verdaderas «catedrales apícolas» acostumbran a tener mayoritariamente una planta circular u ovalada, mas también de herradura, rectangular o cuadrada, o incluso composiciones mixtas de las mismas. Estos cercados de piedra se erguían del suelo de 1,5 a 4 metros de altura sin argamasa, teniendo un perímetro variable y una anchura máxima de 90 centímetros. Por su parte, las alvarizas defensivas de los osos tenían además un voladizo prominente en el muro, una puerta de pequeño tamaño, o inexistente (se accedía con una escalera). Todas estas abellarizas están asentadas en las laderas de las montañas, cerca de los cursos de agua, y ubicadas en tierras no cultivables de monte; de ahí su difícil acceso.

También encontramos colmenares antiguos de otras tipologías, en función de las condiciones climáticas o de la orografía y los materiales a disposición en cada zona, como, por ejemplo, la apicultura de muros, nichos y alacenas o hornilleras, colmenas integradas en los muros de las viviendas o en otras construcciones, muy habituales en el occidente de Galicia, en particular en la Costa da Morte.

Además, Galicia cuenta también con un espectacular patrimonio tradicional cerero, como son los lagares de cera, con sus pilas, curaderos o eras de blanqueo de la cera. Encontramos numerosos ejemplos en la Terra de Montes, la sierra de O Candán, la sierra de O Suído y Covelo, testigos de la importancia de esta industria en la historia de nuestro país hasta bien entrado el siglo XX.

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