La historia de nuestra apicultura está escrita en piedra, esencialmente en muros de mampostería y losas. Los abejares o colmenares tradicionales cercados, conocidos como alvarizas, abellarizas, alvares o cortíns en lengua gallega, constituyen el elemento relevante del patrimonio tradicional apícola de Galicia, cuyo censo ronda el millar, y están esparcidos básicamente del este al oeste de la geografía gallega. Se trata de construcciones milenarias singulares en el mundo, realizadas en «piedra seca», que fueron declaradas patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO en el año 2018, al objeto de protegerlos y conservarlos, y cuya finalidad era la de defender las colmenas tradicionales de Galicia (cortizos, trobos o covos) de los osos o las molestias del ganado del monte, así como resguardarlas del mal tiempo, o inclusive delimitar el recinto. Las colmenas de alacenas, nichos y muros, integradas en las propias viviendas y otras edificaciones, o las singulares colmenas de techos de paja son diferentes muestras de la diversa y rica apicultura tradicional gallega. En Galicia es de reseñar también el patrimonio cerero, con la presencia de numerosos lagares, pilas y eras de la cera, lo cual nos indica la gran importancia que tuvo durante siglos la industria gallega de la cera.